jueves, abril 30, 2015

La Bruja

Ayer en la tarde me subí corriendo al carro del Metro justo antes de que cerraran la puerta, que irresponsabilidad. Al entrar y comenzar a mirar a mi alrededor para ver donde me ubicaba, me encontré de frente, y para sorpresa mía, con una bruja...

...¿Qué?, esperen, ¿Cómo que una bruja?. Sí, una bruja, de esas típicas de cuentos e historias, pero actualizada a este siglo. Cómo la pude reconocer, pues fácil, no en vano he leído varios cuentos y visto varias películas. Calzaba negros zapatos con medio taco y una hebilla cuadrada de color plata. Unas medias negras cubrían lo poco que se veía de sus piernas, las que además, eran cubiertas por una falda con franjas horizontales de color negro y dos tonalidades de grises. Debo agregar, que esta falda le acentuaba la figura de sus largas y flacas piernas. Más arriba llevaba una blusa blanca con botones negros y se cubría con un delgado chaleco negro de hilo con botones dorados. Su piel era blanca, sus ojos negros, nariz fina puntiaguda y sus labios de color carmesí. Su cabello era negro como el azabache, liso y corto hasta la altura del cuello... Todo esto me permitió reconocerla enseguida, era una bruja. Yo lo sabía, y ella sabía que yo lo sabía, pues al cruzar nuestras miradas un frío corrió por mi piel y tuve que mirar a otro lado...

Ahora bien, si estas pruebas no son suficientes para ustedes sobre la existencia de esta bruja, permítanme mencionar, que esta sería la única explicación razonable para entender por qué los hombres que se encontraban en el vagón tenían el aspecto de cerdos con mejillas coloradas y se saboreaban, gruñían y babeaban mientras la miraban. Esto explicaría además el por qué todas las mujeres se habían transformado también en arpías, crueles y maléficas, al solo cruzar la mirada con esta señora... A mi no se me ocurre ninguna otra explicación más que la acción de una bruja.

Al final me bajé en la siguiente estación, me sequé el sudor y me alegré por no haberme transformado. Sin embargo, los nuevos pasajeros sufrieron el mismo destino que los cerdos y arpías que viajaban en el vagón... Que lástima por ellos...

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