Ernesto despertó esa mañana con la alarma del celular, abrió los ojos lo más que pudo, golpeó el velador hasta encontrar el aparato, lo apagó, prendió la luz y se sentó al borde de la cama. Volvió a tomar su teléfono y comenzó a revisar los mensajes que tenía, no eran muchos. Revisó su mail, pero no abrió ningún correo, lo dejaría para más tarde.
Mientras refunfuñaba se levantó de la cama, los ojos medios cerrados, la boca seca. Se estiró como pudo, intentó abrir bien los ojos, buscó una toalla, ropa limpia y fue directo al baño. Ernesto contempló su rostro en el espejo como todas las mañanas, se rascó la cabeza y algo raro notó en su reflejo, pero no le dio importancia. Ernesto hizo sus necesidades, se duchó, se afeitó, se lavó los dientes, se vistió y se peinó, como todas las mañanas. Estaba listo para tomar desayuno y eso le gustaba.
Ernesto ya despierto, dándose cuenta que estaba atrasado, se apresuró a ir a la cocina a preparar su desayuno. Entró corriendo, pero de imprevisto quedó inmóvil, perplejo, se puso frío como el hielo y no entendía que pasaba. Ahí, sentada en la mesa de la cocina, seria, arreglada para salir y con una maleta a su lado se encontraba ella, su nariz. Sí, su nariz, había decidido irse, estaba cansada y aburrida de que Ernesto no le diera la importancia que merecía. Ernesto ante esta situación lo primero que hizo fue llevarse las manos a su cara y ahí estaba, o mejor dicho no estaba, lo que alguna vez fue su nariz. No lo podía creer pero lo estaba viendo con sus propios ojos. mientras la nariz terminaba de desayunar y se aprontaba a retirarse. Saliendo un poco de la impresión Ernesto trató de pedirle un explicación a su nariz y evitar de que se fuera, mas las palabras no lograron salir con coherencia de su boca. La nariz siguió su camino, no se volvió a mirar a Ernesto y deseándole que estuviera bien cerró la puerta y se marchó.
Sentado en la silla de la cocina sin poder desayunar, Ernesto recordó que estaba atrasado y que si no se presentaba ese día en el trabajo lo más probable era que lo despidieran. Así que decidió resolver el asunto de su nariz más adelante y se fue a su trabajo como en cualquier día normal.
Camino al trabajo Ernesto sentía como la gente lo miraba raro, sin embargo nadie parecía asombrarse de ver un hombre sin su nariz. Ernesto llegó a su trabajo y la gente lo saludó como de costumbre, nadie le dijo palabra alguna sobre rostro por lo que pensó que no querían incomodarlo, ¿Cómo era posible que nadie le preguntara que había pasado con su nariz?. Ernesto trabajó todo el día como siempre, almorzó con sus compañeros y hasta hizo planes para el viernes con ellos después del trabajo, lo de su nariz lo olvidaba por completo en algunos momentos. Ya llegada la tarde y la hora de irse, Ernesto se acercó a una de sus compañeras de trabajo, con la que tenía mas confianza, y le preguntó si no notaba nada extraño en él. Su compañera le dijo que algo había notado en su actitud pero que nada muy grave. Ernesto contrariado porque no era precisamente esa la respuesta que buscaba, casi gritándole, le preguntó que como era posible que no notara la ausencia de su nariz. Su compañera confundida no entendía que pasaba, trató de explicarle a Ernesto que su nariz no tenía ningún problema, mientras Ernesto hacía lo posible por darle a entender que no estaba en su rostro y que esa mañana había tomado sus cosas y se había largado. Al final no llegaron a ningún acuerdo, su compañera asustada le dijo que mejor se fuera a su casa y descansara, luego de eso se marcho rápidamente. Ernesto pensó que se estaba volviendo loco, por lo que terminó de trabajar y decidió irse a su casa a dormir y descansar sin pensar más en la nariz que le faltaba. Agarró sus cosas y se fue directo a su casa. Se puso los audífonos, música relajante y se durmió todo el trayecto. Finalmente llegó a su casa. No cenó, fue al baño, se lavó los dientes, en ningún momento quiso mirarse al espejo y finalmente se acostó a dormir.
Ernesto despertó a la mañana siguiente por su cuenta, abrió los ojos lo más que pudo, golpeó el velador hasta encontrar su celular, lo miró y vio que era tarde, prendió la luz y se sentó al borde de la cama. Volvió a tomar su teléfono y comenzó a revisar los mensajes que tenía, no eran muchos. Revisó su mail, pero no abrió ningún correo, lo dejaría para más tarde.
Mientras refunfuñaba y se quejaba porque la alarma no había sonado, se levantó de la cama con prisa, los ojos medios cerrados, la boca seca. Se estiró como pudo, intentó abrir bien los ojos, buscó una toalla, ropa limpia y fue directo al baño. Ernesto contempló su reflejo en el espejo como todas las mañanas, se rascó la cabeza y algo raro notó, pero no le dio importancia. Ernesto hizo sus necesidades, se duchó, se afeitó, se lavó los dientes, se vistió y se peinó, como todas las mañanas. Estaba listo para tomar desayuno y eso le gustaba.
Se encontraba tomando desayuno tranquilamente cuando le pareció curioso no sentir los olores del té ni el pan tostado con mantequilla que se había preparado. No le dio mayor importancia y asumió que se encontraba a punto de resfriarse. Fue a prender la tele para ver algo de noticias, lo extraño era que por más volumen que le daba a la tele esta no sonaba. Ernesto furioso pensó que la tele estaba en mal estado. En eso miró hacía la puerta ,y con espanto, vio paradas frente a él, como dos hermanas gemelas, a sus preciadas orejas. Sí, sus orejas, que le indicaban un sobre que había sobre la mesa. Ernesto en un estado de angustia tomó el sobre, lo abrió y leyó una nota en que sus orejas le decían que se iban, estaban cansadas de ser tratadas mal, sin respeto, y que ya no soportaban esa situación, al mismo tiempo le explicaban que no se preocupara, no es que fuera a quedar sordo, pero que al principio le costaría acostumbrarse, ya no escucharía todo, pero iba a poder sobrevivir. Ernesto terminó de leer la nota, aún más confundido miró a sus orejas y les dijo que por favor no se fueran, pero estas hicieron caso omiso, se calzaron un sombrero se despidieron cordialmente partieron.
Ernesto terminó de tomar su desayuno, pensaba que eso no era posible, recordó el incidente de su nariz y pensó que se estaba volviendo loco. De todas formas le era necesario ir a su trabajo, tenía muchas cosas que hacer. Decidió no darle importancia a lo que había pasado y se apresuró a irse.
Camino al trabajo se colocó sus audífonos, no escuchaba la música, quiso no darle importancia y lo atribuyó a que los audífonos estaban en mal estado. Llegó al trabajo, saludó como todos los días, algunos le respondieron el saludo otros pareció que lo ignoraban. Ernesto no le dio importancia y comenzó a trabajar. Fue a reuniones, no entendía mucho lo que pasaba, avanzó poco en el trabajo por lo que se desesperó. Llegó el almuerzo, se juntó con sus compañeros que lo miraban medio raro. Su compañera más cercana estaba almorzando con otras personas por lo que no quiso preguntar nada a sus compañeros sobre su situación. Ernesto volvió al trabajo, trató de terminar lo que tenía que hacer pero no se concentraba, llegó la hora de irse y decidió quedarse más tiempo, tenía que terminar eso. Sus compañeros se despidieron de él, Ernesto no lo advirtió, solo escuchó las puertas cerrándose. Siguió en su trabajo hasta terminarlo, ya era tarde, estaba cansado. Tomó sus cosas y se fue. El viaje de vuelta a su casa lo durmió todo. Llegó a su hogar, cenó y sintió un sabor especial en la comida, se fue a acostar con esa sensación y no pensó en nada más, finalmente se durmió.
Ernesto despertó a la mañana siguiente por culpa de su celular, abrió los ojos lo más que pudo, golpeó el velador hasta encontrar el artefacto, lo miró y vio que era tarde, prendió la luz y se sentó al borde de la cama. Volvió a tomar su teléfono y comenzó a revisar los mensajes que tenía, no eran muchos. Revisó su mail, pero no abrió ningún correo, lo dejaría para más tarde.
Mientras refunfuñaba y se quejaba, se levantó de la cama con prisa, los ojos medios cerrados. Se estiró como pudo, intentó abrir bien los ojos, buscó una toalla, ropa limpia y fue directo al baño. Ernesto contempló su reflejo en el espejo como todas las mañanas, se rascó la cabeza y algo raro notó, pero no le dio importancia. Ernesto hizo sus necesidades, se duchó, se afeitó, se vistió y se peinó, como todas las mañanas. Estaba listo para tomar desayuno y eso le gustaba.
Se preparó una taza de leche, calentó un pan y busco una fruta en el refrigerador. Prendió la tele y se sentó a desayunar. Al llevarse la taza de leche a la boca, sin entender que pasaba, derramó un buen poco sobre su ropa, se levantó apresurado y corrió a cambiarse y limpiarse mientras se quejaba de lo imbécil que había sido. Al entrar la habitación estuvo al borde de desmayarse, ahí recogiendo unas cosas y guardándolas en una maleta estaba su boca. Sí, su boca, que lo miraba con una mueca de desprecio. Ernesto no lo podía creer, ahora era su boca la que estaba frente a él y se iba. Intentó decir algo y no pudo. Su boca lo ayudó a comprender lo que sucedía y le dijo que se iba porque merecía algo mucho mejor, quería intentar cosas nuevas, conocer el mundo. Añadió para la tranquilidad de Ernesto que no se preocupara no era que no pudiera volver a hablar o comer, solo tenía que encontrar la forma de hacerlo. Lo que terminó de ordenar sus cosas, empacar el cepillo de dientes y el hilo dental, tomó un paraguas y se fue dando un portazo. Ernesto perplejo al borde de la locura no encontraba forma de calmarse, no entendía que pasaba, comprendió que no tenía sentido terminar el desayuno, por lo que lo tiró al tarro de la basura. Recordó que estaba atrasado para llegar al trabajo y tenía muchas cosas que hacer. Decidió no preocuparse del asunto hasta después y se fue.
El camino al trabajo fue eterno. Ernesto no podía controlar sus pensamientos, el trabajo lo agobiaba, tenía que terminar ese día lo que había quedado pendiente. Llegó, entró, saludó con un gesto de mano a todos en el lugar y se sentó a trabajar. Fue una mañana muy productiva, terminó lo pendiente y lo que se había propuesto para esa mañana. Sus compañeros lo llamaron a almorzar pero Ernesto no quiso ir, siguió trabajando, estaba realmente concentrado. Su compañera preocupada lo fue a ver, le preguntó si estaba bien, Ernesto asintió con la cabeza mientras seguía trabajando. Su compañera le dijo que estaba preocupada y que no pensara que lo estaba evitando, solo que todo había sido muy raro, Ernesto contento con lo que había escuchado intentó devolverle una sonrisa, no pudo. Su compañera ante la nula reacción de su compañero, sin nada más que agregar, se despidió y se fue a su lugar de trabajo. Ernesto siguió así el resto de la tarde, trabajando con todo. Los problemas se le habían olvidado, ni siquiera se dio cuenta de la hora ni cuando se fueron sus compañeros, Ernesto se quedó hasta tarde nuevamente, avanzó mucho en el trabajo ese día. Finalmente se fue a su casa agotado, tomo la locomoción, no durmió en el camino de vuelta, solo pensó lo mucho que había trabajado. Llegó a su casa se desvistió y finalmente se acostó a dormir.
Ernesto despertó a la mañana siguiente por culpa de su celular, intentó abrir los ojos pero no pudo, golpeó el velador hasta encontrar su celular, lo tomó, intentó mirarlo y no pudo, intentó prender la luz sin mucho éxito y se sentó al borde de la cama. Volvió a tomar su teléfono e intento revisar los mensajes que tenía, no lo consiguió. Asustado como se encontraba, sin saber que hacer, intentó gritar, no lo logró. En eso estaba cuando escuchó parte de una voz que algo mencionaba sobre mal trato, que merece algo mejor, que ojos, que adiós. Algo que le llamó la atención fue eso de que iba a encontrar una forma de ver, que no se preocupara.
Mientras refunfuñaba y se quejaba, sin entender que pasaba, se levantó de la cama con prisa. Se estiró como pudo, buscó una toalla, ropa limpia y fue directo al baño. Ernesto se rascó la cabeza y no notó nada raro. Ernesto hizo sus necesidades, se duchó, se afeitó, se vistió y se peinó, como todas las mañanas. Estaba listo para tomar desayuno y eso le gustaba.
Se dio cuenta lo tarde que era, aunque no veía nada salvo manchas y borrones, prendió el televisor. Al instante de haber hecho esto recordó que tenía que trabajar, no podía faltar por lo que se fue sin tomar desayuno, eso iba a ser una perdida de tiempo. Se olvidó del incidente de esa mañana con sus ojos y se apresuró al irse al trabajo. Decidió ocuparse de esos asuntos lo que tuviera tiempo.
El camino al trabajo fue tranquilo, nada que le llamara la atención. Ya no sentía que la gente lo miraba raro, pensó que solo eran ocurrencias suyas. No se preocupó de nada que no le fuera realmente importante, en ese momento su prioridad era el trabajo que debía cumplir. Llegó, saludó a todos con un gesto de mano, y se sentó a trabajar. así estuvo hasta la hora de almuerzo. Sus compañeros lo fueron a buscar para almorzar, Ernesto accedió, fue a buscar a su compañera y le pidió que la acompañara. Se sentaron todos como siempre en la misma mesa, Conversaron un rato, sin embargo Ernesto no entendía mucho y tampoco participaba mucho de las conversaciones. sus compañeros no le dieron importancia a esto y el mismo Ernesto no quiso mencionar nada sobre los incidentes que había tenido, no quería que pensaran que estaba loco. Después de esto todos volvieron a su trabajo, Ernesto antes que el resto pues tenía mucho que hacer todavía. Pasó el resto de la tarde y Ernesto trabajó sin parar. Se le hizo tarde nuevamente sin darse cuenta, no le dio mayor importancia y se fue a su casa. Estaba muy cansado por lo que llegó y se durmió. No pensó en absolutamente nada.
Ernesto despertó a la mañana siguiente por culpa de su celular, golpeó el velador hasta encontrar el maldito aparato, lo tomó, intentó prender la luz y se sentó al borde de la cama. Volvió a tomar su teléfono para revisar los mensajes que tenía. Revisó su mail, pero no abrió ningún correo, lo dejaría para más tarde.
Mientras refunfuñaba y se quejaba. Se estiró como pudo, buscó una toalla, ropa limpia y fue directo al baño. Ernesto se rascó la cabeza y no notó nada raro. Ernesto hizo sus necesidades, se duchó, se afeitó, se vistió y se peinó, como todas las mañanas. Estaba listo para tomar desayuno y eso le gustaba.
Se preparó desayuno, prendió la tele, vio que estaba atrasado, pensó en lo rara que había sido esa semana pero no le dio importancia, Estaba en eso cuando escuchó una voz que lo llamaba por su nombre. Asustado miró a todas partes, la voz le decía que se calmara. Ernesto movido por el miedo registró toda la casa en busca de quien le hablaba. Estaba a punto de llamar a la policía cuando la voz le dijo que se calmara y se quedara quieto, Ernesto inmediatamente se calmó y se quedó quieto. La voz continuó diciéndole que se iba, que ya no tenía porque estar ahí, todos se habían ido y no le veía sentido a permanecer con él. Le mencionó además que se llevaba a corazón, aunque nunca estuvieran de acuerdo era su mejor amigo. Le dijo que no se preocupara, no iba a notar mucha diferencia después de que se fueran, total, ya no los tomaba en cuenta. Posterior a esto sintió que le quitaban algo de encima. Se relajó y terminó con su desayuno, tomó sus cosas y se fue a trabajar.
Tomo la locomoción con destino a su trabajo como por inercia. llegó, saludó y se sentó en su cubículo. Así estuvo hasta el almuerzo. Antes de almorzar su jefe lo llamó y lo felicitó por el excelente trabajo que había hecho esa semana, que a pesar de lo raro que había estado los primeros días se las había arreglado para sacar a delante un trabajo increíble. Le pidió que por favor le dijera como lo logró. Ernesto le respondió que solo trabajando, nada más. Se ganó un aumento por esto. Sus amigos lo felicitaron, almorzaron juntos y siguieron trabajando. Así pasó la tarde, Por inercia Ernesto se levantó y se fue con sus compañeros por algo para beber terminada la jornada, era viernes y lo tenían planeado, después se fue a su casa, no pensó en nada más y se durmió.
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