He estado buscando el significado de la verdadera felicidad desde hace muchos años, desde esa edad cuando comienzas a cuestionarte el mundo. Me preguntaba donde encontrarla, como encontrarla. Me preguntaba si esta felicidad estaría en este mundo o en otro, y muchas veces soñaba con encontrar una puerta que me llevará ahí. Busqué la felicidad allá arriba en las estrellas, busqué la felicidad en el mar, los bosques y las montañas. Llegué a buscarla incluso en los mundos de oscuridad. Pero nunca la encontré.
Hubo una época en que dejé de buscarla, solo porque no sentía la necesidad de hacerlo. Por lo mismo me deje de preocupar de muchas cosas anexas a eso de buscar la felicidad que exigían tiempo y cansancio. No me interesaba buscar la felicidad porque estaba tranquilo, cómodo, relajado y en paz.
Así pasó esa época también y se acabó. Volví a buscar la felicidad. no sabía por donde buscar, estaba perdido y pensaba que nunca la iba encontrar. Llegué a pensar incluso que eso de la felicidad no existía y era un engaño para mantenernos con vida tratando de buscarla.
Pensé esto hasta ahora que acabo de darme cuenta donde está la verdadera felicidad. La felicidad no está en ninguna parte, en ningún objeto, en ningún lugar. No se apresuren, tampoco está en nuestro interior ni esas cosas. La felicidad está en estar tranquilo, en paz. La felicidad es no esperar nada, no sufrir por nada, es estar en paz.
Yo encontré esa felicidad y no me dí cuenta. La encontré hace tiempo y no fui lo suficientemente inteligente para darme cuenta que la tenía ahí, al lado mio, en mis propios brazos. Fui un tonto, es verdad. La felicidad que encontré es lo siguiente y lo comparto acá, esto es lo que me da la felicidad que tanto buscaba, esto es lo que me da paz y me completa.
Felicidad es estar junto a alguien acurrucados en el suelo o un sofá, conversando sobre nada, mientras música suena de fondo o imágenes pasan por una pantalla. Disfrutar esto con algo que comer y beber, entrelazando los dedos y apoyando mutuamente las cabezas en los hombros recibiendo y dando caricias que nos recuerden que estamos hechos de piel. Sentir cuando la otra persona te busca para caricias y buscarla tú cuando quieras estar más cerca. Sentir la respiración de la otra persona, sentir su olor, saber si está bien sin presionar, solo acompañar. Relajarse así sin pensar en nada más, eso es la verdadera felicidad, nada más. Esa sensación que se siente en la piel, en la mente y en el alma, eso es felicidad. Esa sensación de que nada más podría ser mejor, de que eso es la perfección. Esa es mi felicidad.
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